domingo, 10 de mayo de 2009

San José

Como he dicho en alguna otra ocasión, San José no puede decirse que sea una ciudad bonita, sin embargo, tiene zonas con encanto. Durante el día hay muchísima gente, te vas chocando con uno y otro, y hay muy buen ambiente. Pero, a partir de las 6 de la tarde, el ambiente se transforma. La gente se va a casa y se queda una ciudad desierta y llena de locos.

En San José (o Chepe, como la conocen los ticos) hay muchas cosas que ver. Voy a hacer un pequeño recorrido y a enseñar algunos de esos lugares, aunque seguramente me deje algunos.

Edificio de Correos
El edificio de Correos fue creado en 1917. La placita en la que se encuentra es una de las más transitadas, ya que va a dar a la avenida central. Hombres vendiendo tarjetas telefónicas y el "top manta" con las últimas películas de estreno a una calidad increíble por 1000 colones (2 dólares), son algunos de los atractivos que dan ambiente al edificio de Correos.

Cerca de este edificio se encuentran Los Presentes, una obra del escultor Fernando Calvo que homenajea al campesino de Costa Rica.

Los Presentes

Siguiendo la calle del edificio de Correos y cruzando la avenida segunda nos encontramos con la catedral y el Parque Central. En el kiosquillo del centro muchas veces hay gente predicando.

Catedral

Entre las avenidas 0 y 1, y las calles 6 y 8 se encuentra el Mercado Central, establecido en 1880. y declarado Patrimonio Nacional en 1995. En él se puede comprar de todo, desde frutas y carnes, hasta artículos de cocina, algo de artesanía, mimbes... También hay sodas para comer y una famosa sorbetería.
Yo con la entrada principal del Mercado Central detrás

"La gorda" es un símbolo de la ciudad.

La de abajo es la avenida central, una calle peatonal llena de comercios, que si la sigues te lleva a la plaza de la cultura (o de las palomas) y llega hasta el mercado de la artesanía y la plaza de la democracia.


En la avenida central no faltan "Marito Mortadela" y su vaca. Este es todo un personaje y símbolo de la ciudad, tanto es así que cuando hace unos meses se celebró la Cow Parade y varios artistas llenaron San José con estas coloridas vacas, ésta de la avenida central se la regalaron a Marito. Él es un pobre señor que tiene algún tipo de retraso y que lleva muchos años pidiendo en esa zona de la avenida central con una pequeña guitarra. Como ocurre con muchos mendigos, a Marito le dejan sus familiares por la mañana en la avenida central y le recogen por la noche, cuando ya ha recaudado suficiente plata (más de 100 euros seguro).


Plaza de la cultura. Ahí no se ve ninguna, pero realmente siempre suele tener miles de palomas.

La parte de arriba de San José cuenta con los lugares más bonitos. Uno de ellos es la plaza de la Soledad (abajo). Se llama así porque justo en frente está la iglesia de la Soledad. Es un lugar que me llama la atención porque parece como si desprendiera arte por todos lados. Normalmente siempre hay patinadores durante todo el día que dan ambiente a la plaza; además, en los alrededores se encuentra el Mercado de Artesanía.


Aros de la Plaza de la Soledad

Además del Museo Nacional, de la Plaza de la Democracia y de la Plaza de la Soledad, hay tres parques bonitos y bien cuidados en esta zona de San José: son el Parque Morazán, el Parque de España y el Parque Nacional.

Parque Nacional

Saliendo por uno de los laterales del Parque Nacional hay un bulevar precioso empedrado, que destaca por su mural sobre el planeta y el calentamiento global.

Marcos en el bulevar

Mural

El Edificio Metálico, en frente del Parque Morazán, es el más monumental de los edifico metálicos seglares del país. Data de entre 1892 y 1896 y fue una de las primeras escuelas del país. Las piezas metálicas fueron construidas en Bélgica y después se transportaron a Costa Rica a través de Francia.

Edificio Metálico

La Casa Amarilla empezó siendo a principios del siglo XX la sede de la Corte de Justicia Centroamericana, pero a partir de la década de los años 30 y en la actualidad se convirtió en el edificio principal del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Fue declarada patrimonio en 1976.
Casa Amarilla

Del parque central hacia el oeste (ya doy las direcciones como los ticos, madre mía!), al otro lado de todo esto que acabamos de ver, está la iglesia de la Merced, el paseo Colón y, finalmente, La Sabana, el parque metropolitano de San José (como El Retiro).

En las fotos de abajo vemos la Merced y a Marcos en La Sabana.

La Merced


Día del Gallo Pinto

Llegó el Día del Gallo Pinto, o Gallopinto, folklore tico en estado puro. El gallo pinto es una comida típica de aquí y también de Nicaragua que se toma en el desayuno. Son arroz y frijoles (una especie de judías pintas), con natillas, pero no de las natillas dulces que conocemos nosotros, sino algo que se llama así pero es una especie de crema. Se suele acompañar con una tortillita de esas de maíz. Está rico.

Marcos con su plato de gallo pinto

Uno de los grupos de bailes populares

El Día del Gallo Pinto se hace todos los años. Dan café y gallo pinto gratis en un montón de stands, y además hay bailes, gente por todos lados y, en general, ambiente festivo.

Dina, Jonathan y yo comiendo gallo pinto

Algo que no puede faltar es la música y, estando en Costa Rica, menos lo puede hacer la marimba, el instrumento nacional.

También son muy típicos en estos eventos los zancudos. Yo no desaproveché la oportunidad de hacerme una foto con uno de ellos, aunque tengo que reconocer que me asustaba un poco.



Parque Nacional Carara

Este parque se encuentra en el sur del país, en la provincia de Puntarenas, como a 30 minutos de Jacó y a unas 2 horas de San José. Es uno de los más atractivos y espectaculares, sobre todo por ser la transición entre el bosque seco y el húmedo. Es decir, hay zonas en las que es muy seco y otras en las que es una pura selva lluviosa.

Yo, en medio del bosque

En Carara contratamos un guía, ya que el parque es bastante grande y así íbamos a aprovechar mejor para ver los animales. Pudimos ver un perezoso, lapas rojas (muy típicas en esta reserva), un cocodrilo, una rana bastante peligrosa y decenas de aves súper bonitas. Aquí pongo una selección de algunos de los animales que pudimos ver!!!

Familia de monos cara blanca

No sé si se puede observar muy bien, pero es una lapa roja asomada por un agujero del árbol. Fue impresionante ver esto!

La siguiente es una rana súper peligrosa. El guía la cogió para enseñárnosla porque nosotros no la hubiéramos visto de ninguna forma. La encontró debajo de un tronco de un árbol. Tiene tanto veneno, que si te toca el brazo, o cualquier parte del cuerpo que sea porosa, te transmite el veneno por la piel, algo increíble. El guía la cogió con las palmas de las manos (no porosas) y después se lavó bien las manos igualmente.

En la siguiente foto estamos Marcos y yo con una laguna detrás que está dentro del Parque. En esa laguna había pequeños cocodrilos. Esta foto nos la hicieron Dina y Jonathan. Durante toda la visita del parque estuvimos juntos pero no hablamos, hasta el final, cuando ya nos íbamos. Se ofrecieron a traernos en coche a San José (nosotros teníamos que volvernos en bus). Comimos juntos en una soda y, a partir de ahí, nos hicimos buenos amigos.

Iguana

Marcos en el Parque, vaya calor hacía...

De camino a Jacó, casi llegando al Parque Nacional Carara, está el río Tárcoles, famoso por sus cocodrilos. La primera vez que fuimos a Jacó yo flipé porque íbamos en el bus, estaba mirando por la ventana medio dormida y, de repente: "esos son cocodrilos???". Sí, sí lo eran. Entonces no nos pudimos bajar, pero volviendo aquel día con Dina y Jonathan pararon y fuimos a verles desde el puente.



miércoles, 22 de abril de 2009

Jacó

Después de conocer Manuel Antonio y Puntarenas, nos faltaba Jacó, al ser esta otra de las playas del Pacífico que quedan cerca de San José (en coche a hora y media, aunque en bus pueden llegar a ser 3 horitas, pero bueno).

Jacó es una playa muy bonita, aunque está empezando a ser víctima de las construcciones masivas que terminan estropeando la costa, tipo Benidorm o cualquiera de nuestras playas españolas, con los hotelazos a primera línea de playa.

Atardecer en Jacó

Es una zona como muy orientada al turista. Detrás de la playa, tiene el típico paseo marítimo con un montón de negocios y hoteles a los lados. Pero es una zona bonita y con mucho ambientillo de noche.


Como es típico en todas las playas del Pacífico, también en Jacó destacan las enormes olas, hecho que hace que sea también uno de los principales destinos para surfistas.

A Jacó fuimos dos veces. La segunda para ver una competición de Triatlón. Nos quedamos en un hotel muy chulo acompañados de nuestros vecinitos, Johnny y Roberto, y unas amigas suyas.

Todos dándonos un bañito en la piscina del hotel

Volcán Irazú

El volcán Irazú fue otro de nuestros primeros destinos. Ya teníamos ganas de ver un volcán en Costa Rica y, como este está bastante cerca de San José (a hora y media), nos decidimos a ir un domingo.
Hay autobuses que te llevan hasta arriba del volcán por 2000 colones (unos 4 dólares), te dejan allí un par de horas o tres, y después te bajan de nuevo a San José, con lo que a mediodía estás de nuevo en casa.

El Irazú es uno de los principales volcanes activos del país y cuenta con 3.432 metros de altitud, tanto que según estás arriba llegas incluso a notar la presión por la altura. Tiene cinco cráteres, que dejan ver un par de lagunas verdes que son la principal atracción de todos los visitantes, incluidos nosotros, por supuesto.

Yo con una de las lagunas verdes detrás

Marcos y yo

Es muy curioso que algunas partes del parque del volcán son casi áridas, sin nada de vegetación, mientras que en el otro lado, hay árboles y plantas por todas partes.

Marcos en la zona medio árida del Parque Nacional del Volcán Irazú

Una de esas plantas es la que llaman “sombrilla” porque son unas hojas tan grandes y duras que te puedes poner debajo cuando llueve y no te mojas.

Yo con una de las famosas "sombrillas"

En el Parque Nacional del Volcán Irazú fue cuando conocimos por primera vez a este animalito que os enseño debajo. Es un coatí, también llamado pizote. Es monísimo, lo que pasa es que, al igual que ocurría en Manuel Antonio con los monos, aquí la gente también se pone a dar comida a los animales silvestres como si fueran mascotas y la cagan. Así estaban los coatíes como revolucionados con tanto turista esperando comida.


Parque Nacional Manuel Antonio

En Costa Rica hay tantas cosas que ver que en cuanto tienes dos días ya te quieres ir por ahí. Nuestro primer viajecillo fue al Parque Nacional Manuel Antonio, uno de los más conocidos de Costa Rica aunque no de los más grandes. Está a 157 kilómetros al sur de San José pero, aunque pueda parecer cerquísima, no lo está tanto puesto que aquí las carreteras son bastante regulares.

Uno de los senderos del Parque Nacional Manuel Antonio

En el Parque, además de poder ver animales y una vegetación increíble, también se puede disfrutar de unas playas con arena blanca increíbles, de esas que parecen del Caribe, aunque en realidad sean del Pacífico.

Playa en Manuel Antonio al atardecer

Cuando nosotros visitamos el Parque tampoco es que viéramos mil animales, pero sólo el hecho de ver monos cara blanca, mapaches al lado de la playa e iguanas, era suficiente para que alucináramos. Monos como el de la foto de abajo se pueden ver por todos lados, especialmente fuera del Parque, al lado de los turistas. El problema es que la gente les da comida, plátanos, y en realidad lo que hacen con eso es hacer peligrar su supervivencia.

Mono en el Parque

Al llegar a Manuel Antonio lo primero que hicimos fue ir a buscar un sitio donde dormir, ya que era sábado y podría estar todo cogido. Encontramos un sitio un poco cutrecillo pero barato especial para backpackers, pero estaba fenomenal porque estaba al lado de la playa y de la entrada al Parque.

Marcos tomándose un fresco natural (como llaman aquí a los zumos)...mmm, qué rico!

El sábado disfrutamos de nuestros primeros baños en la playa y dejamos el Parque para el domingo. La playa de fuera del Parque no está mal pero no es nada súper espectacular. En cambio, la del Parque es impresionante. Hay dos, y casi todo el mundo se quedaba en una, pero Marcos y yo descubrimos una en la que estábamos casi solos, una gozada.

Lo peor fue la vuelta, que tardamos como 5 horas en volver! Los domingos se montan unos atascos (o presas, como dicen los ticos) en la carretera impresionantes, como los que no he visto en mi vida, ni en la carretera de La Coruña!

Costa Rica

Costa Rica es otro mundo. Un país diminuto, pero con una belleza y una riqueza natural inmensa. Lo de diminuto no lo digo por decir, y es que este país tiene apenas unos 5 millones de personas, casi como Madrid. Pero tiene cosas tan bonitas como estas:


Limita al sur con Panamá y al norte con Nicaragua


Llegamos aquí el domingo 25 de enero, y fue curioso porque aquí nos recibía, además de Jorge, uno de los conductores de La Nación, un fresquillo y una lluvia interesantes, teniendo en cuenta que se suponía que veníamos al verano puro, pero bueno.

Según metimos todas las cosas en el maletero del coche salimos del aeropuerto, en Alajuela, con dirección San José, exactamente, dirección Tibás, uno de los cantones de San José que está como a 10 minutos en bus de la capital. Ahí, en Tibás, es donde se encuentra el periódico, La Nación, y la casa que nos buscaron para quedarnos estaba cerca del periódico.

Eran como las 12 de la mañana cuando llegamos a la casa, pero no había nadie. Hubo algún momento de nerviosismo de pensar que esa no era la casa y no teníamos sitio donde quedarnos, pero pronto llegó Alejandra, la hija de los dueños de la casa. Ellos estaban en la iglesia, pero mientras llegaban Alejandra nos llevó a nuestra habitación y nos hizo sentir que estábamos en nuestra casa.

Hania y Guillermo llegaron al rato. Desde el primer momento ya pudimos ver lo buenas personas que son, y eso ha hecho que desde hace años se vengan quedando en su casa todos los becarios españoles o de otros países que vienen a hacer prácticas a La Nación.
Es muy agradable encontrarte con gente así, sobre todo cuando estás lejos de casa, en un país nuevo y no conoces a nadie.

Al día siguiente, el lunes, fue mi primer día en el periódico. La Nación es toda una institución en este país, uno de los poderes más importantes de Costa Rica, pero justo para cuando yo llegué (qué casualidad…) estaba experimentando los vaivenes de la crisis económica mundial, lo que le había costado el puesto de trabajo a 100 personas, entre gente de publicidad, administración y periodistas, ahí es nada. Así que el clima no era el mejor para una recién llegada.

Comenzar en un trabajo nuevo nunca es fácil, y en este caso tampoco lo fue. Además, aquí se añadía que estaba en otro país, pero según iban pasando los días me encontraba mejor. Algo que me chocó es que aquí la mayoría de la gente lleva mil años trabajando en La Nación, y creo que soy la única becaria. Bueno, también hay una becaria en fotografía, que viene dos días a la semana.

Desde que llegué estoy en la sección Aldea Global. Aquí se cubren temas de cultura, ciencia y tecnología, y salud y familia. Es entretenido porque cada día hago algo distinto, a lo mejor un día voy a un tema en la universidad, y otro voy al hospital a ver una nueva técnica para operar, o lo que sea.
Además, desde el primer día me han puesto a hacer cosas y a publicar un montón de cosas.

Aunque parezca mentira, con el idioma tengo algunos problemas porque, a pesar de que todos hablamos español, el acento confunde bastante a la gente, tanto que a veces me siento como si hablara en chino. Especialmente cuando hablo por teléfono. En general, por lo que me han dicho y yo he podido ver, la gente cuando habla por teléfono no escucha. Les puedes decir tu nombre nada más descolgar el teléfono, pero después, al rato, te lo vuelven a preguntar porque no te han hecho ni caso. Además, en mi caso, al decir Nación con el sonido “c”, no “Nasión”, como dicen aquí, les confunde totalmente.

Así que he tenido que cambiar mis expresiones y amoldarme a la manera en la que hablan ellos para que me entiendan. Los primeros días, cuando llamaba por teléfono decía: “Hola, (buenos días) soy Ana Nieto, de la Nación….”. Bien, ¿no? Bueno, pues así no me entendía nadie. Así que cambié y vi que, realmente, cambiando unas palabras, me entendían casi a la primera. Esta fue la fórmula: “Aló, buenas, le habla Ana Nieto, del periódico La Nación…”. Lo que no puedo es decir “Nasión”, eso sí que no, al menos todavía.

El cine

Ir al cine en Costa Rica es bastante barato, al menos para nosotros que venimos de pagar 7 euros por una entrada en Madrid. Dependiendo del cine al que vayas te puede costar de 1800 a 2300 colones, más o menos, que son como 4 euros. Lo malo es que en la mayoría de los cines las entradas no están numeradas, entonces, primero esperas cola para comprar la entrada y, después, como 45 minutos antes de que empiece la peli tienes que ir a esperar cola de nuevo para entrar en la sala y así poder escoger sitio y que no te toque en la fila 1. Eso es una mierda pero claro, así se aseguran que la gente compre todas las entradas para cada sesión, no que cuando te dicen que sólo queda la fila 3 dices “puf, paso, está muy cerca!” Así, hasta el que llega justito compra la entrada porque con ponerse en la cola y pasar rápido sabe que puede coger sitio.

Mis miedos al principio era que las películas estuvieran dobladas en mexicano porque, de ser así, no podría ver ni una sola peli. Pero el caso es que son muy pocas las pelis que están dobladas, la mayoría están en versión original con subtítulos en español, así que guay.

Aún así, a pesar de lo barato que es, en Costa Rica existe la piratería de mayor calidad. Últimos estrenos y calidad de imagen y sonido como si se trataran de dvds originales…y por 2 dólares! Increíble! Es que sale mejor incluso que bajárselo!

Precios

En general, no se puede decir que Costa Rica sea barato, pero tampoco es del todo caro, depende de lo que quieras comprar o de lo que quieras hacer. Las cosas muy turísticas son, como en todos los países, caras.
Entrar en los parques nacionales cuesta, por lo general, 10 dólares. Es el precio estándar. Mientras los ticos (como se llama a los costarricenses) pagan 1000 colones, es decir, 2 dólares, los extranjeros tenemos que pagar 10 dólares, es lo que hay.
La comida es carilla, hombre, siempre depende de lo que quieras comprar, pero a poco que compras unos cereales, algunas galletas ricas y unas patatas, la cuenta sube. Al final, la compra te sale como en Madrid, más o menos.

Transporte

Los buses funcionan bastante bien, al menos en San José, y son bastante baratos. Por lo general, para desplazarte de un lado a otro nunca te cuesta ni un dólar y, en algunos casos, las distancias son largas. Lo normal es que un billete cueste entre 165 y 400 colones, así que está muy bien.
Para distancias más largas, por ejemplo, de San José a la playa, a Jacó, Manuel Antonio o Puntarenas, los precios están bastante bien, unos 8 dólares ida y vuelta, aunque depende del destino.

Aquí la gente también coge bastantes taxis. La bajada de bandera está en 430 o así (menos de un dólar), por lo que al final no te cuesta tan caro.
Una cosa curiosa que no había visto nunca es que cuando baja la gasolina también bajan los precios del bus y de los taxis. Por ejemplo, cuando llegamos aquí la bajada de bandera del taxi estaba en 470 y hace mes y algo bajó como 40 céntimos porque había bajado el precio de la gasolina. Una buena idea, no?

jueves, 12 de marzo de 2009

Guatemala

Nuestro viaje a Guatemala fue un tanto fugaz, un visto y no visto, pero aun así tuvimos suficiente tiempo para ver algunos lugares y quedarnos con la esencia del país.

En los cuatro días que estuvimos allí visitamos Ciudad de Guatemala, Antigua, el volcán Pacaya, y Monterrico, un pequeño pueblecito costero del Pacífico.

Durante nuestra estancia nos quedamos en casa de Irene, una amiga mía de la uni que está haciendo sus prácticas allí, así que muy bien.

Ciudad de Guatemala
El primer día fuimos a dar una vuelta por la zona 1. Ciudad de Guatemala está dividida por zonas, de la 1 a la 17, o así, algunas de las cuales son intransitables para la gente corriente. La zona 1, en concreto, es algo peligrosilla según dicen. Nosotros estuvimos visitando el Mercado Central, la gran sexta avenida, y los alrededores.

Pasear por alguna de estas calles del centro no se parece en nada a hacerlo en alguna de las calles de Madrid a la que muchos estamos acostumbrados, sino que hay que ir moviéndose de un lado a otro, cambiando de acera para que no te sigan, y mirando de un lado a otro.

Después de nuestra vuelta, fuimos a “Las cien puertas”, un espacio también en la zona 1 donde hay varios barecillos que están bien. En uno de ellos recitaban poesía esa noche, así que mientras comíamos burritos y tortillitas de maíz, escuchábamos cómo varios artistas nacionales e internacionales recitaban sus poesías.
A la salida, tocaba la vuelta a casa y el estrés que ello conllevaba. En Guatemala no puedes coger cualquier taxi porque corres el riesgo de que te pase algo o de ser timado, así que, o bien llamas a algún taxista de confianza (que ya conozcas y sepas que es buena gente) o a los taxis amarillos. Estos tienen taxímetro, entonces no da lugar a que te puedan timar, ya que pagas lo que marque.

Al día siguiente nos fuimos a conocer Antigua, una pequeña ciudad como a una hora de Ciudad de Guatemala, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979.

Marcos en una de las callecitas de Antigua con un volcán detrás

Es una ciudad muy bonita, con un mercado de artesanía, las calles empedradas, y diversas ruinas de iglesias.

Arco del Antiguo convento de Santa Catalina

La Iglesia de la Merced data de 1548, aunque ha sido reconstruida en numerosas ocasiones debido, entre otros motivos, a los terremotos que han asolado el país. La Merced se convirtió en la patrona de la ciudad, y el centro religioso pronto ganó popularidad e importancia para los feligreses, recibiendo numerosas visitas de diversas regiones.

Marcos en la Iglesia de la Merced

Dentro del convento de la Iglesia de la Merced se encuentra la fuente más grande de Centroamérica, de 27 metros de diámetro.

Volcán Pacaya
Después de pasear por la ciudad y visitar la Iglesia de la Merced, entre otras cosas, al mediodía nos dirigimos hacia el volcán Pacaya, uno de los más activos de Guatemala.

Subiendo al volcán Pacaya

Lamentablemente no pudimos ver la lava caer por las laderas como muchos nos habían contado, pero según subíamos ya se podía apreciar el calor del volcán, tanto que hasta en algunos sitios no podías aguantar.

Uno de los guías del volcán cogió un poco de paja y echándola sobre las rocas se formó fuego, era increíble ver las llamas. Mucha gente se había llevado nubes de esas de golosina, y las hicieron con el fuego. Fue una experiencia muy bonita.

La gente quemando nubes de golosina en el volcán

El atardecer en el volcán fue espectacular. Una de las imágenes que lo refleja es la siguiente:


Monterrico
Ya que Ciudad de Guatemala no merece mucho la pena, según nos dijo Irene y la gente que vive ahí, el tercer día decidimos irnos a Monterrico, a la playa a pasar el fin de semana. Al parecer sólo había ciento y pico kilómetros y teníamos que coger dos autobuses, pero no sabemos qué pasó para que el viaje se convirtiera en una verdadera pesadilla. Cuando ya ha pasado te ríes y te parece divertido recordarlo, pero en el momento yo estuve al borde de un ataque de nervios. Perdón, ¿he dicho al borde?, quería decir que estuve inmersa en un profundo ataque de nervios.

Os cuento cómo fue la historia. El primer bus lo teníamos que coger en un sitio que era un caos absoluto, carros por aquí, carros por allá, y humo para dar y tomar. Al encontrar nuestro autobús preguntamos al conductor que si iba a Iztapa, nuestro primer destino donde teníamos que coger el siguiente bus. Nos dijo que sí, y nosotros nos montamos tan convencidos.

Lo de los autobuses en Guatemala merece una atención especial, no los puedo dejar sin mencionar. Son viejísimos, los School Bus amarillos típicos americanos, pero los más viejos que quedan. Los asientos no son individuales, sino que son como bancos para dos o tres personas, claro que pueden entrar cuatro, gallinas, y grandes sacos de lo que sea. Y en medio hay un pequeño pasillito.


El bus no para, casi te tienes que montar en movimiento, y un chico va siempre en la puerta, de pie, con medio cuerpo fuera gritando a la gente para que se suba al bus, algo estúpido porque si la gente va tranquilamente por la calle yendo hacia sus casas o a comprar no se van a subir al bus por mucho que les llames. Pero ellos siguen así todo el camino.

Bueno, continuando con nuestro viaje, íbamos montados en el primer bus, abarrotado hasta arriba, intentando agarrarnos como podíamos porque con todas las curvas nos caíamos hacia el pasillito. Supuestamente, íbamos dirección a Iztapa, donde nosotros queríamos ir, pero no. Después de llevar un montón se para el bus en un pueblo y nos dicen que nos tenemos que bajar ahí y coger otro bus, ya que en el que estábamos no íbamos a llegar donde queríamos. Así hicimos y de repente nos vimos en medio de un pueblo del interior de Guatemala, donde pocos turistas pasean normalmente y donde nuestro blanco color de piel cantaba demasiado.

El nerviosismo y la incertidumbre ya se empezaban a apoderar de nosotros, sobre todo de mí. Preguntábamos a la gente y la sensación que teníamos es que cada uno nos decía una cosa. Hasta que llegó un bus que parecía que iba donde nosotros queríamos, hacia Monterrico. Tanto el conductor como los chicos que cobraban nos aseguraron que ese era nuestro bus, así que, nuevamente, nos montamos convencidos. El bus hacía una parada de unos 10 minutos y, mientras la gente se bajaba a comprar algo de comer a un mercado (incluido el conductor), nosotros nos quedamos esperando dentro.
Pasados 15 minutos, el bus arranca y nosotros, pobres ilusos, pensando que en una horilla llegaríamos a Monterrico.

Trascurrida una media hora, el bus se para en medio de la carretera. Había una especie de furgonetilla parada al lado y nos dicen que nos bajemos y nos montemos ahí, que esa furgonetilla va a Monterrico. Todo con prisas, como que nos echaban del bus, acabamos con nuestras mochillas en medio de la nada, y unos señores diciéndonos que nos montáramos ahí, donde había 13 personas!!! Yo histérica, y el señor diciéndome “¡súbase, seño, súbase!” Y yo, fuera de mí, gritando “¡dónde coño quieres que me suba, si no hay sitio!”.

Había adultos y unos cuantos niños, además de maletas, pero al final nos subimos. La furgonetilla se empezó a meter por lugares rarísimos, dio un montón de vueltas, y yo pensaba que en cualquier momento se iba a parar, nos iban a hacer algo y a quitarnos los pasaportes o lo que fuera.
Una vez de camino, el señor nos dijo que tampoco iba a Monterrico, pero que si queríamos él nos podía llevar hasta allí (pagando como 100 dólares, o yo que sé cuánto nos pedía), a lo que nos negamos, por supuesto.

Mientras, la gente se iba bajando, y la furgoneta se iba quedando cada vez más vacía. Finalmente, llegamos a un puente, al lado de un pueblecito-aldea. Yo creía que me daba algo, ¡llevábamos como 5 horas de viaje, para algo que se podría hacer en unas 2 horas y media! Estaba desesperada, no podía entender lo que había pasado. Se suponía que iban a ser dos buses, y al final estábamos esperando al cuarto. Por supuesto, otra furgonetilla, y otra vez a pagar dinero. No nos habíamos llevado mucho y creía que al final nos quedábamos sin dinero en medio de ninguna parte.

Después de una hora, llegamos a Monterrico, sin comer, sin beber y con un cansancio alucinante. Pero el lugar era bonito. Monterrico es un pueblecito pequeño, al sur de Guatemala, en la costa del Pacífico.

¡Qué momento! Sentada, con el mar en frente, y una copa gigante de melón con ron...mmm, qué rico!! Ya se me pasaron todos los disgustos!

Irene llegó horas más tarde, por la noche, con Pablo, y Rodolfo, un amigo suyo guatemalteco. Nos fuimos todos a un bar y de ahí al hotel-hostalillo, que era cutrecillo, pero barato. La cama tenía mosquitera, algo que yo nunca había visto, lo que ya te hacía pensar la de bichos y mosquitos que habría por la noche, pero la verdad es que dormimos muy a gusto.

Al día siguiente fuimos a la playita y después a comer ceviche, una comida típica de algunas regiones de esta zona.


Al día siguiente, Marcos y yo tuvimos la voluntad de levantarnos a las 5 de la mañana para ir a ver el amanecer. La verdad es que mereció la pena.


Era una excursión por el río para ver los mangles, unos árboles que crecen prácticamente en el agua, en las orillas; y, al parecer, también para ver miles de especies de aves. Curiosamente, sólo vimos garzas blancas, pero bueno.

Pescadores en el río